Julio Romero de Torres, personaje eterno en nuestra ciudad, ha sido estudiado, analizado y puesto en valor por diferentes investigadores y personajes del entorno cultural, si bien, en los últimos años se ha empezado a ver un interés por intentar desligarlo de aquellas propagandas folclóricas que se limitaban a pensar en Julio Romero como el pintor de la mujer morena, la pandereta y los tópicos de una Andalucía que tiene mucho más que ofrecer.
Evidentemente, no podemos negar que su producción artística refleja a la mujer en diferentes momentos de su vida, estrato social y condición, pero también la evoca como un símbolo, elemento que se convertirá en el tema principal de sus obras a partir de principios del siglo XX.
Pero, el cuadro que hoy nos interesa, nada tiene que ver con esas mujeres raciales, esos fondos oscuros con una Córdoba soñada al fondo, ese estilo tan típico que se ha ganado el adjetivo de “juliorromeresco” y que aún a día de hoy podemos ver influenciando a artistas actuales, sin ir más lejos, en el cartel de nuestra Semana Santa de este año, posiblemente (y esto es una opinión personal) el que mejor refleja el espíritu de esta ciudad con estas fiestas procesionales.
“Un patio andaluz” también conocido como “Pereza andaluza”, es un cuadro que Julio ejecuta alrededor del año 1900, en ese periodo de transición tanto temporal como artísticamente hablando para él. En la evolución artística de Julio Romero de Torres siempre se reconocen dos etapas claras, o incluso tres podríamos decir: una primera etapa de asimilación del realismo social que le enseñó su padre, Rafael Romero Barros (de quien hablaremos largo y tendido) y una segunda etapa, donde viajará por toda Europa conociendo los grandes centros artísticos como fueron París, Londres (donde pudo acercarse a los Prerrafaelitas), en Italia viajó por el norte de la región conociendo la obra de Da Vinci (del cuál era un fan reconocido), para después volver a casa, meter todos esos conocimientos en una “cocktelera” artística y regalarnos ese estilo simbolista tan suyo que aún sigue conquistando a propios y extraños.
Entre esa primera etapa de aprendizaje y su reconocido estilo, podríamos decir que prácticamente se yuxtapone un breve periodo donde tantea con el “luminismo” vinculándose estrechamente con Sorolla o el propio Ramón Casas y, dentro de ese corto pero curioso periodo se ubica esta obra.

La composición de la pintura es sencilla, una muchacha que ocupa el zaguán de una casa (la casa donde el propio Julio y su familia vivían) posa sobre una silla dormitando. Se enmarca perfectamente gracias a la puerta que da acceso al patio. Lo que nos hace desviar la atención de la joven, equilibrando la composición, es la luz que entra por el fondo y que nos deja ver el vergel que presidía su típico patio. Esta zona de la casa la va explotar Julio en muchas de sus obras como “La siesta” o “Mal de amores” y se cree que la modelo que posará para todos ellos será su mujer, Francisca Pellicer, desligando la falsa creencia de que su esposa nunca ocupó ninguno de sus cuadros.
Lo que a mi, personalmente me llama más la atención es el nombre, con el que he querido bautizar este blog, ya que reúne muchos elementos que trato en mi trabajo y que trataremos en este rinconcito. Llamar “Pereza andaluza” a este cuadro es jugar irónicamente con el cliché con el que siempre se ha reprendido a los andaluces (y que es más antiguo de lo que nos pensamos), por eso creo que de alguna forma está representando el concepto irónicamente, es una forma de presentar al público la pintura y dar “material” con el que seguir hablando del tema. No sería la única vez que nos presenta una escena cotidiana con cierto trasfondo, con un mensaje velado que nos intenta llevar a algo más, podría ser una manera de decir “somos perezosos sí, ¿y qué? ¿tú sabes el calor que hace aquí?”.
Mensaje oculto o no, esta idea preconcebida ha copado libros de viajes, anécdotas y chistes desde antaño, desde que los primeros turistas venían a visitarnos, pero para hablar de ese tema, deberemos dedicarle otra entrada.
Como una forma de dar la bienvenida a este rincón cibernético de curiosidades históricas, he decidido dedicar una pequeña entrada para explicar de dónde viene el nombre de este espacio y porqué he querido llamarlo así.

¡Bienvenidos!
(Entrada recuperada del blog)
Intentaré ser breve, aunque sé que me va a costar. Conocí a Ángela a través de su alter ego en las redes «Perezandaluza» (sin duda una de las mejores cuentas de divulgación de Instagram), teniendo como tenía una visita pendiente a Córdoba la contacté para saber si ella organizaba visitas guiadas a la ciudad. Justo en esos días comenzaba ella su nueva andadura profesional, concretamos una visita para la próxima primavera pero un cambio de planes (dichoso Covid) hizo que la conociera hace unas semanas. He tenido la suerte de poder viajar mucho, por ende he tenido la oportunidad de conocer a muchos guías turísticos, y sólo puedo decir que Ángela la situaría, sin duda alguna, en la número de uno de cuántos haya podido tener. Hicimos con ella una visita privada de la Mezquita, la judería y el alcázar y fue una des las mejores decisiones del viaje. La pasión con que trabaja, sus ganas de enseñar su ciudad, el amor por el arte y el patrimonio, su facilidad de transmitir ideas hacen de ella un rara avis dentro de los guías que suelen darle al ‘play’ en sus visitas y ya es todo seguido. Explica, preguntas e intenta resolver las dudas que tengas (de hecho las resuelve), interactúa con el visitante, es amena, divertida, cercana…
Si fuera alguno de ustedes no dudaría en visitar Córdoba de su mano, son las mejores! (No tengo pruebas pero tampoco dudas)
Un placer haberte conocido gracias a las redes, buena suerte en tu proyecto profesional y hasta la próxima.
Muchísimas gracias por tus palabras Ricardo! El trabajo es un placer con clientes como vosotros! Me hace mucha ilusión leerte, ya sabes que aquí me tienes para cuando queráis volver a Córdoba! 🙂
Un abrazo,
Ángela